Ésta es una pequeña lista de algunos de los regalos que
nos intercambiamos:
- Un abrecartas
- Una caja de galettes bretonas
- Un mapa de Islandia
- Unas gafas de motorista
- Una edición de bolsillo de la Ética de Spinoza
- Una docena y media de ostras
- Una biografía de Dickens
- Una caja de cerillas llena de arena de Egipto
- Una botella de tequila
- Y (cuando él estaba muriendo en el hospital) una
corbata de seda de colores chillones, que le até bajo el
cuello del pijama de franela rayado, riéndome para
no aullar. Él también sabía por qué me reía.
El toldo rojo de Bolonia, John Berger, traducción Pilar Vázquez.
2 comentarios:
No recuerdo leer esto, y eso que John es mi médico de cabecera. vengo desde arponauta y voy por la blog-esfera, me topo con esos regalos, y me pregunto¿ por qué nadie me regalo lo que más me puede gustar...?
Un abrazo,de conocida a amiga
uno mismo se hace siempre los mejores regalos, los que más le gustan, pero les falta la intención, la entrega, la misma torpeza que les hace sublimes..
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