Su herida golpead de vez en cuando;
no dejadla jamás que cicatrice.
Que arroje sangre fresca su dolor
y eterno viva en su raíz el llanto.
Si se arranca a volar, gritadle a voces
su culpa: ¡ que recuerde!
Arrojadle pellas de barro oscuro al rostro.
Si en su palabra crecen las flores nuevamente,
pisad su savia roja
hasta que nazcan lívidas, como manos de muerto.
Talad: que no descuelle
su corazón de música oprimida.
Porque esa es vuestra ley,
tan extraña a la mía:
si un río se alza para hablar con la luna,
ponedle un dique oscuro.
Si una estrella olvidando su distancia
se mece
en los agraces labios de un muchacho,
denunciadla a los astros.
Cuando un corzo se beba la libertad y el bosque,
atadlo como a un perro.
Si hay algún pez que aprende a vivir sin el agua,
negadle orilla y tierra.
Si el alba se deslumbra con claridad ajada,
poned las hojas verdes de la noche en sus ojos.
Si hay un hombre que tiene
el corazón de viento,
llenádselo de piedras
y hundidle la rodilla sobre el pecho.
Marcos Ana, Las soledades del muro.
miércoles, 30 de abril de 2014
martes, 29 de abril de 2014
ruido de motosierras
camino del río.
el ruido de las motosierras es cada vez más fuerte.
se oye el crujido de los árboles al caer.
y, de pronto, una congoja súbita me sube por el estómago.
caen los árboles.
y yo con ellos.
el ruido de las motosierras es cada vez más fuerte.
se oye el crujido de los árboles al caer.
y, de pronto, una congoja súbita me sube por el estómago.
caen los árboles.
y yo con ellos.
domingo, 13 de abril de 2014
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