-¡Que el jurado considere su veredicto! - ordenó el Rey, por centésima
vez aquel día.
-¡No! ¡No! -protestó la Reina-. Primero la sentencia... El veredicto
después.
-¡Valiente idiotez! -exclamó Alicia alzando la voz-. ¡Qué ocurrencia
pedir la sentencia primero!
-¡Cállate la boca! -gritó la Reina, poniéndose color púrpura.
-¡No quiero! -dijo Alicia.
-¡Que le corten la cabeza! -chilló la Reina a grito pelado.
Nadie se movió.
Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll.
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