el domingo los vencejos se fueron.
al atardecer los vi volar en una bandada que se juntaba y se disgregaba.
trazaban amplios círculos, desaparecían y volvían a aparecer.
había algo diferente a los otros días.
y es que se estaban preparando para marchar
con todos los jóvenes inexpertos haciendo sus primeros vuelos.
al día siguiente ya no estaban.
llegaron el uno de mayo y ya se han ido.
y me da tanta pena cuando desaparecen.
los días son más silenciosos.
y es como si nos quedáramos más solos.
martes, 29 de julio de 2014
viernes, 25 de julio de 2014
jueves, 17 de julio de 2014
Los peores climas son los mejores
Marzo: Alhelíes (especialmente los marrones de antes). Vientos
gélidos barriendo las esquinas y lanzándote arenilla a los ojos. Liebres
enfrentándose en combates de boxeo entre el trigo verde.
Abril: El olor de la tierra después del chaparrón. El placer de oír
puntualmente al cuco el día 14 y de ver la primera golondrina;
que, de hecho, suele ser un avión zapador.
Mayo: Compota de ruibarbo. El placer de no llevar ropa interior
de abrigo.
Junio: Tormentas de verano. El olor del heno. Salir a dar paseos
después de cenar. Deslomarse recogiendo patatas.
Julio: Ir a la oficina con la camisa arremangada. El crujido
incesante de los huesos de cereza mientras uno camina por las aceras
de Londres.
Agosto: Mosquitos. Ciruelas. Bañarse en el mar. Lechos de geranios,
dolorosos de mirar. El olor polvoriento de los carros cisterna.
Septiembre: Zarzamoras. Cambian de color las primeras hojas.
Mañanas cargadas de rocío. El placer de ver de nuevo un fuego en la
chimenea.
Octubre: Días sin una pizca de viento. Olmos amarillentos asomando
por encima de la neblina, con todas las hojas muertas y ninguna
caída.
Noviembre: Vendavales violentos. El olor de las hogueras de ramas
secas.
Diciembre: Búhos ululando. Películas de escarcha en los charcos.
Castañas asadas. El sol colgando sobre los tejados como una bola
escarlata que podemos mirar sin protegernos los ojos.
Los peores climas son los mejores, Ensayos, George Orwell.
gélidos barriendo las esquinas y lanzándote arenilla a los ojos. Liebres
enfrentándose en combates de boxeo entre el trigo verde.
Abril: El olor de la tierra después del chaparrón. El placer de oír
puntualmente al cuco el día 14 y de ver la primera golondrina;
que, de hecho, suele ser un avión zapador.
Mayo: Compota de ruibarbo. El placer de no llevar ropa interior
de abrigo.
Junio: Tormentas de verano. El olor del heno. Salir a dar paseos
después de cenar. Deslomarse recogiendo patatas.
Julio: Ir a la oficina con la camisa arremangada. El crujido
incesante de los huesos de cereza mientras uno camina por las aceras
de Londres.
Agosto: Mosquitos. Ciruelas. Bañarse en el mar. Lechos de geranios,
dolorosos de mirar. El olor polvoriento de los carros cisterna.
Septiembre: Zarzamoras. Cambian de color las primeras hojas.
Mañanas cargadas de rocío. El placer de ver de nuevo un fuego en la
chimenea.
Octubre: Días sin una pizca de viento. Olmos amarillentos asomando
por encima de la neblina, con todas las hojas muertas y ninguna
caída.
Noviembre: Vendavales violentos. El olor de las hogueras de ramas
secas.
Diciembre: Búhos ululando. Películas de escarcha en los charcos.
Castañas asadas. El sol colgando sobre los tejados como una bola
escarlata que podemos mirar sin protegernos los ojos.
Los peores climas son los mejores, Ensayos, George Orwell.
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