sábado, 8 de noviembre de 2014

Mary Oliver


(Cómo voy al bosque.)

Habitualmente voy al bosque sola, sin un solo amigo, porque son todos sonreidores y conversadores, y por lo tanto inapropiados.
No me gusta que me vean hablando con los pájaros. O abrazando al viejo roble negro. Yo tengo mi forma de rezar. Sin duda, tú tienes la tuya. 
Y además, cuando estoy sola puedo convertirme en invisible. Puedo sentarme sobre un montículo, quieta como un puñado de malezas, hasta que los zorros pasan corriendo, despreocupados. Puedo escuchar el sonido inaudible de las rosas cantando. 
Si alguna vez has venido al bosque conmigo, debo quererte mucho.



DEMORÁNDOME EN LA FELICIDAD

Después de una lluvia después de días sin lluvia
se pone fresco, privado y límpido debajo de los árboles,
y ahí la humedad, casada con la gravedad,
cae de rama en rama, de hoja en hoja, hasta el suelo

donde va a desaparecer- pero, desde luego, se desvanece
sólo para nuestros ojos. Las raíces de los robles tendrán su parte,
y las blancas hebras del pasto, y los almohadones de musgo;
unas pocas gotas, redondas como perlas, entrarán al túnel del topo;

y pronto tantas pequeñas piedras, enterradas por miles de años,
sentirán que ellas mismas son tocadas. 

(traducción de Tom Maver.)

2 comentarios:

arponauta dijo...

oh, me encanta.
lo robo, lo robo.

Silvia dijo...

Qué regalo para acabr un fin de semana en que el viento se volvió loco y hubo remolinos de hojas amarillas por todas partes.
Yo robo como propuesta para epitafio eso de "Si alguna vez has venido al bosque conmigo..."