En mi adolescencia fui nadadora.
Entrenaba todos los días 1500, 2000 metros, en una piscina climatizada.
Pero por estas fechas, la piscina dejaba de ser climatizada.
Abrían los enormes ventanales que cubrían una pared entera y la temperatura del agua bajaba.
Cuando te tirabas, te quedabas paralizada, sangrabas por la nariz, mil agujas se te clavaban por todo el cuerpo.
Una de dos, o conseguías nadar, o salías por la escalera más cercana.
Ahora no recuerdo lo que yo hacía.
1 comentario:
Qué brutalidad: supongo que tirarse a una piscina y que te salga sangre por la nariz no es un buen síntoma.
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