Generalmente la veo venir e intento esquivarla, a veces lo consigo.
Pero otras veces no me queda más remedio que pelear y entonces nos enzarzamos en una sucesión de empujones, patadas, mordiscos, golpes en la nariz, todo vale, no nos andamos con tonterías de juego limpio.
Y terminamos rodando por el suelo, golpeándonos contra las patas de las sillas, y a veces consigo inmovilizarla entre la pared y el lateral del sofá y le digo, jadeando, ¿TE RINDES? y no le queda más remedio que asentir.
Pero otras veces soy yo la inmovilizada y por más rabia que sienta, es ella la que ha vencido.
Ella, la maldita angustia.
3 comentarios:
ella, la maldita angustia...
siento todas las veces en que hayas perdido tú la batalla, Shichimi —y seguro que habrá más veces aún—, pero ésas son las que hacen gloriosas las otras, las donde vences tú. podemos perder una batalla pero no la guerra, acuérdate.
yo no paro de repetirme: cuando estés en el pico, no dejes de mirar el siguiente valle; y cuando estés en el valle no dejes de mirar el siguiente pico.
no sé si me sirve —ya sabes la teoría—, pero ahí está. a lo mejor a ti sí.
un abrazote
Mardita roedora, la Angus...
¡Dale fuerte!
;-)
Dale, dale, dale, nada de juego limpio, que ésta es muuuy lista y vuelve sin que lo esperes.
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