Ya sabes cómo somos las grasas saturadas,
parecemos estables, satisfechas
con nuestra fórmula molecular,
a grandes rasgos dignas de confianza.
Pero -siempre hay un pero-
al entrar en contacto con el aire
y, sobre todo, con el transcurrir
del tiempo y la rutina,
se nos rompen los dobles
enlaces de carbono y el oxígeno,
que ocupa su lugar,
nos vuelve impredecibles y nos desequilibra.
El proceso se llama "enranciamiento".
-No quiero que te pueda
parecer una excusa-.
Y deja siempre un mal sabor de boca.
Inma Pelegrín, Óxido.
Otro descubrimiento en Las afinidades electivas.
1 comentario:
Me gustan tus descubrimientos.
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