La camioneta blanca es espaciosa y fiable, y le tengo mucho
cariño. Forma parte de mi vida. Una noche me quedé frita
leyendo un libro sobre la naturaleza del alma. Soñé con mi propia
alma, y descubrí que era una camioneta blanca, alegre, impaciente;
una camioneta que aceleraba a toda prisa -casi demasiado rápido-,
de forma imponente, flotando ligerísima sobre la carretera, sin
ceñirse a la ruta. Me parecería fabuloso tener un alma así.
Un año en los bosques, Sue Hubbell.
4 comentarios:
a veces me gustaría haberme sacado en su día el carné de conducir.
es otra de esas vidas que se ha quedado sin poder ser...
ay! pues yo no concibo no poder conducir ;-)
ay, chorlito, tu alma es una furgo nubeazul, sí :-)
cuidado con los peajes
(del alma, claro)
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