¿Qué es
este engaño, di, rama desnuda?
Yo
mismo te corté este invierno. Sola,
despojada
de cielo, te quedaste
en la
tierra, caída como el cuerpo
exangüe
de un extraño. Allí seguiste
bajo
los fríos soles y las ciegas
estrellas,
en inerme y retraído
abandono,
a merced de los temperos
más
aciagos y extremos. No eras más
que un
trozo de madera cada vez
menos
visible en la materia activa
de la
naturaleza. Para el ciclo,
para
cerrarlo al fin, sólo esperabas
acabar
algún día como fuego
en
nuestra chimenea y ser ceniza
y
ennoblecido símbolo del tiempo.
Pero
algo ha pasado: has florecido.
Desoyendo
la lógica del mundo
y de tu
propia historia, te has llenado
de
brotes y de flores, desdichada.
No
serán fruto ni serán promesa,
pero
sueñan tal vez con nueva vida
esperando
quizá que a ese reclamo
acuda
el ruiseñor y en ti construya
su nido
como antaño, reviviendo
tus
viejas primaveras y las noches
de
venturosa y perfumada brisa,
mi
pobre rama, soñadora y muerta.
¿Qué
burla es ésta, di, rama podada?
Y tú,
mi viejo corazón, ¿no aprendes?
Andrés Trapiello, 20 años de poesía Nuevos Textos sagrados (1989-2009)
1 comentario:
Precioso.
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