Paseamos por el camino que va hacia la ermita y el río.
Está precioso, con el agua corriendo por las acequias y los árboles otoñeando.
Entramos en mi prado, paseamos por el.
Es enorme.
Les enseño los fresnos poderosos que empiezan a ponerse amarillo limón, los cerezos rojos, los robles verde amarillo.
Caminamos hasta el prado dentro del prado donde me gustaría poner la yurta.
Las sebes son de espino albar y endrinos, hay también rosal silvestre lleno de escaramujos, avellanos, más fresnos.
Todo está lleno de colores.
Les explico donde plantaría más arboles para tapar unas casas que se ven al fondo y ver solo la montaña.
Seguimos caminando hasta el río y a la vuelta paseamos por el prado de O.
Cuando llegamos al mío, O. dice: "la verdad, me gusta más el tuyo".
No hay problema, en realidad podemos compartirlo.
El prado solo es mío en mi imaginación.
4 comentarios:
me recuerda a Galicia.
con chubasquero y botas, por prados mojados con hierba alta...
y las manos húmedas...
preciosas esas 'posesiones' imaginarias, sobre todo que puedan seer de todos. esta misma sensación tengo yo en los museos: todo lo que me gusta por un momento es mío!
...un lugar donde aún existe el otoño. Cuídalo, por favor.
Abre los ojos.
Míralo con atención tanto rato como necesites.
Cierra los ojos.
Ya es tuyo.
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