viernes, 26 de diciembre de 2008

Un puñado de paja

En el mercado de frutas y verduras de los sábados hay una zona donde se ponen los que llevan mercancías mínimas para vender: dos conejos, tres gallos, huevos, dos palomas en una jaula...

Casi todos son gente mayor que espera de pie, con infinita paciencia, la llegada de los compradores.

Entre ellos había una mujer muy mayor, con abrigo y chal, que vendía huevos.
Solo una cesta de mimbre, el asa reparada con alambre, que contenía una docena de huevos. De la paja que los protegía había sacado un puñado que, extendido sobre el suelo que pisaba, parecía que la aislaba del frío.


Una docena de huevos, un puñado de paja y mucho frío.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Al volante del Chevrolet...

Al volante del Chevrolet, por la carretera de Sintra,
al claro de luna y al sueño, por la carretera desierta,
conduzco solo, conduzco casi divagando, y un poco
me parece, o trato de que me parezca,
que voy por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
que sigo sin haber dejado atrás Lisboa, o Sintra a la que llegar,
pero allá sigo yendo: ¿Que otra cosa puede hacer alguien que solo sabe proseguir?

Voy a pasar la noche a Sintra por no poder pasarla en Lisboa,
pero, cuando llegue a Sintra, lamentaré no haberme quedado en Lisboa.
Siempre esta inquietud sin propósito, sin nexo, sin consecuencia,
siempre, siempre, siempre
esta angustia excesiva del espíritu por nada,
en la carretera de Sintra, o en la carretera del sueño, o en la carretera de la vida...

Maleable a mis movimientos subconscientes en el volante,
me obedece el auto que me prestaron.
Sonrío del símbolo al pensarlo y girar a la derecha.
! En cuántas cosas que me prestaron sigo al mundo !
! Cuántas cosas que me prestaron conduzco como mías !
! Cuánto de lo que me prestaron -ay de mí- soy yo mismo!

A la izquierda una casucha - sí, una casucha - al borde de la carretera.
A la derecha el campo abierto, como la luna a lo lejos.
El automóvil, que parecía hace poco darme libertad,
ahora es una cosa donde estoy encerrado,
algo que solo puedo conducir por estar encerrado en él,
y que solo domino sí me incluyo en él, sí él me incluye.

A la izquierda, allá atrás, la casucha modesta, más que modesta.
La vida allí debe ser feliz, sólo porque no es la mía.
Si alguien me vio desde la ventana de esa casucha, soñará: aquél sí qué es feliz.
Quizá para el chico que espiaba desde los cristales del altillo
quedé (con este automóvil prestado), como un sueño, un hada real.
Quizá para la muchacha que miró, al escuchar el motor, por la ventana de la cocina
yo posea algo del príncipe que tiene todo corazón de muchacha,
y me mirará de reojo, por los cristales, hasta que desaparezca en una curva.

¿Dejaré sueños detrás de mí, o es el automóvil el que los deja?
¿Yo, conductor de automóviles prestados, o el automóvil prestado que conduzco?

En la carretera de Sintra, a la luz de la luna, en la tristeza, ante los campos y la noche,
conduciendo desconsoladamente un Chevrolet prestado,
me pierdo en la carretera futura, desaparezco en la distancia que alcanzo,
y, en un deseo terrible, súbito, violento, inconcebible
acelero...

Pero mi corazón se quedó en ese terraplén que esquivé, al verlo sin verlo,
a la puerta de la casucha,
mi corazón vacío,
mi corazón insatisfecho,
mi corazón más humano que yo, mas exacto que la vida.


En la carretera de Sintra, cerca de la medianoche, a la luz de la luna, al volante,
en la carretera de Sintra, ¡qué cansancio de mí propia imaginación!,
en la carretera de Sintra, cada vez más cerca de Sintra,
en la carretera de Sintra, cada vez menos cerca de mí ...

Fernando Pessoa (Alvaro de Campos)

sábado, 20 de diciembre de 2008

de Los autonautas de la cosmopista

... sin contar que además nos acostamos desnudos como corresponde (¿todavía habrá gente que duerma en piyama en este mundo? las películas yanquis lo dejan sospechar, pero suponemos que forma parte de las frustraciones de ese pobre país)...

viernes, 19 de diciembre de 2008

cotidiano

vuelvo a casa, de noche, después de espalar para sacar la furgo del hielo.
no me gusta el hielo, estoy harta de espalar (que me perdone Shackleton).
¡rayos y centellas!

me hago un cocoa caliente, me como una galleta normal, ya no hay galletas de jengibre en el mercado(na), solo en IKEA.
¡rayos y centellas!

Ras tiene ganas de jugar.
se aburre... yo también.
jugamos un rato.
le tiro la pelota, le tiro la cuerda de nudos.
me canso, ella no.
¡rayos y centellas!

me bebo el cocoa.

me voy a dormir.


fin.

jueves, 4 de diciembre de 2008

La piedra en el río

Hace un mes, aproximadamente, me levante con la estrafalaria idea de ir a pintar una piedra al río.
La pinté con carbón arrastrado y acuarela carmín.



He ido pasando para ver como el agua la cubría.



Hoy ya solo quedan rastros del color.

Ha sucedido lo esperable.



No hay que inferir nada de ello.
Pero he disfrutado pintándola y viendo el proceso.

Ayer leía un libro (Oro, Dan Rodhes) en el que la protagonista también pinta una piedra.
Coincidencias.