martes, 30 de noviembre de 2010

casi diciembre

hago pan.
tengo dos toneladas de leña en el patio.
apenas leo, a pesar de hacer desideratas en la biblio y que las aprueben.
no escribo.
la llegada del frío y la oscuridad me sorprende,
casi ayer era verano.
sueño con cosas que no sucederán.
me releo,
quiero saber quién era yo hace un año.

ha nevado.

jueves, 25 de noviembre de 2010

textos que golpean


La vida no admite bromas, aunque uno sonría. Como dice Nazim Himket: “Has de vivir con toda seriedad, como una ardilla, por ejemplo; es decir, sin esperar nada fuera y más allá del vivir, es decir, toda tu tarea se resume en una palabra: vivir (...) Sucede, por ejemplo, que estamos muy enfermos; que hemos de soportar una difícil operación, que cabe la posibilidad de que no volvamos a levantarnos de la blanca mesa. Aunque sea imposible no sentir la tristeza de partir antes de tiempo, seguiremos riendo con el último chiste, mirando por la ventana para ver si el tiempo sigue lluvioso, esperando con impaciencia las últimas noticias de prensa”. Es decir, estemos donde estemos, hemos de vivir. Creo que Bolaño, calígrafo del sueño, entendía esto a la perfección, pues escribía sin esperar nada fuera, ni nada más allá del vivir, y en esa desesperanza residía a veces la gran fuerza de su escritura, la seriedad excepcional de muchos momentos de su escritura de plato fuerte de la China destruida: una escritura consciente de que ha de sentirse la tristeza de la vida, pero al mismo tiempo uno puede amarla, amar con intensidad esa tristeza (que algunos llaman escritura y otros lágrimas perdidas), amar al mundo en todo instante, amarle tan conscientemente que podamos decir: hemos vivido.


Enrique Vila-Matas

sábado, 20 de noviembre de 2010

Nada es comparable III

(...)
Hay oficios amables como el del orfebre anclado en su iluminada soledad o el del campanero dueño de las torres más sonoras, vigía de los tejados.

Oficio peligroso es el de augur que predice en un tiempo de sangre y lleva la cuenta de los muertos innumerables y de todos sus huesos esparcidos.

Hay oficios siniestros, son los más comunes y prefiero no nombrarlos. Y los hay delicados, tanto que requieren tacto y sabiduría, el de las madres y el del labrador, por ejemplo, tan cerca de todo lo que crece.

El de poeta es un oficio de locos, ya se sabe, pero hubo un tiempo en que se consideró sagrado.

El oficio de la bondad es sin duda el más difícil, el de más justa e inteligente hermosura.

El oficio del sol, el de la lluvia, el del viento alborotando los árboles, el del fuego, son oficios de dioses destronados.


La vida es con frecuencia atroz, conviene aprender todos los oficios.

Pilar Cibreiro, Última espesura, Las diosas blancas.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Nada es comparable... II

(...)
El oficio del amor nos reclama con urgencia de jinete sediento, es el más necesario para no perecer de espanto, para merecer la vida y caminar ligero con los ojos limpios, distinguiendo una manos de otras, un rostro de otro, un beso de otro beso y para seguir admirando las vueltas del palomo enamorado, su paciencia blanca y suave de bailarín en celo.

El oficio de la belleza es inútil e imprescindible. Está dedicado a una diosa fría, el adiestramiento es cruel y lo aprenden gentes que no sirven para otra cosa, ni para coperos o escanciadores de otros dioses ni para esclavos solícitos en amplias cámaras orientales de lujo indecible, aposentos de una emperatriz cuyo reino no existe. Aún así es tentador como ninguno.

Requiere paciencia el oficio del tedio, una costumbre de tardes que caen lentísimas y nos manchan los párpados de ceniza mientras sostenemos el periódico entre las manos, la prosa de todos los días.

El de la pobreza es arduo y digno, hay que aprender lo despreciado, incorporar la elegancia de los santos antiguos, su ironía enmascarada y bonachona de hambre sin remedio.

Es estremecedor el oficio del fugitivo, del que quiere huir hacia una ocupación distinta ignorando las fábricas humeantes en el horizonte de las ciudades, desconociendo tanto sudor malgastado, tantos brazos exhaustos, tantos relojes sonando a la misma hora, tantas rutas de barcos cara a un mismo puerto herrumbroso y maloliente, tanta amenaza de muerte total anunciada a todas horas, tanta desesperación, tanta fealdad, tanta miseria.

La destreza de este aprendiz consiste en el olvido: olvidar el tráfago exasperante y negro de cada amanecer, el exterminio de los árboles, la extinción de los gorriones, la destrucción del hombre por el hombre, su incomprensible suicidio de animal estupidamente acorralado.
(...)

Pilar Cibreiro, Última espesura, Las diosa blancas.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Nada es comparable... I

Nada es comparable al esfuerzo de ir aprendiendo todos los oficios y no saber, no conocer siquiera el paradero de las estrellas perdidas en el sueño.

No hablo del rapto, de su aprendizaje juvenil y arriesgado, ni del oficio de los nadadores, del diálogo que mantienen con los peces que les brillan en la cintura.

Hablo del oficio de la duda, el más duro, el que una vez aprendido nos deja la casa empolvada y los libros carcomidos de tal forma que un amigo puede sorprendernos en cualquier avenida sonriendo malévolamente frente a los escaparates, entre el gentío o en un autobús que no lleva a ninguna parte.

Hablo también del oficio de la libertad, oficio cuya maestría no se alcanza a pesar de los torpes ensayos ejecutados ilusoriamente pensando en las migraciones de las aves o en los juegos del corzo. Su dominio es el dominio imposible de los vientos alisios o de las rutas del desierto, pero basta con desearlo, dicen. (...)


Pilar Cibreiro, Última espesura
, Las diosa blancas.

viernes, 5 de noviembre de 2010

- Según la película, uno solo es feliz de niño.

- La película no es autobiográfica. En mi caso es todo lo contrario. Yo no fui muy feliz en la infancia. Comencé a vivir a la edad adulta. Y estoy convencida, tras examinar mi vida y la de mis amigos, que una infancia muy feliz no es un buen negocio para la vida.

- ¿Ah, no?

- No. La gente que no ha sido muy feliz en la infancia tiene más armas. Los que han vivido una infancia feliz arrastran para siempre una nostalgia del paraíso.

Entrevista a Yasmina Reza, El País.

martes, 2 de noviembre de 2010

sol, pan y mariposa

me compro un pan de hurmiento denso y pesado.


después de hacerle la foto encuentro una mariposa posada en la oscuridad del taller.
la saco al sol para que reviva.
al cabo de un rato sale volando.



ah, no es eso felicidad!

lunes, 1 de noviembre de 2010

Tormenta

otra vez la lluvia la noche
la noche repleta de rodillas frías, la tormenta
con gorrión la lluvia
otra vez la lluvia, la grieta de agua
de la noche,
la alcantarilla rota de la noche, de los labios,
lo que resta de los labios, la tormenta
el pasapuré de lluvia la ciudad


Susana Barragués, Otra vez la lluvia la noche