sábado, 20 de noviembre de 2010

Nada es comparable III

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Hay oficios amables como el del orfebre anclado en su iluminada soledad o el del campanero dueño de las torres más sonoras, vigía de los tejados.

Oficio peligroso es el de augur que predice en un tiempo de sangre y lleva la cuenta de los muertos innumerables y de todos sus huesos esparcidos.

Hay oficios siniestros, son los más comunes y prefiero no nombrarlos. Y los hay delicados, tanto que requieren tacto y sabiduría, el de las madres y el del labrador, por ejemplo, tan cerca de todo lo que crece.

El de poeta es un oficio de locos, ya se sabe, pero hubo un tiempo en que se consideró sagrado.

El oficio de la bondad es sin duda el más difícil, el de más justa e inteligente hermosura.

El oficio del sol, el de la lluvia, el del viento alborotando los árboles, el del fuego, son oficios de dioses destronados.


La vida es con frecuencia atroz, conviene aprender todos los oficios.

Pilar Cibreiro, Última espesura, Las diosas blancas.

1 comentario:

alicia dijo...

No olvidemos el oficio de la paciencia... tan necesario para ver llegar los barcos desde el puerto.