Nada es comparable al esfuerzo de ir aprendiendo todos los oficios y no saber, no conocer siquiera el paradero de las estrellas perdidas en el sueño.
No hablo del rapto, de su aprendizaje juvenil y arriesgado, ni del oficio de los nadadores, del diálogo que mantienen con los peces que les brillan en la cintura.
Hablo del oficio de la duda, el más duro, el que una vez aprendido nos deja la casa empolvada y los libros carcomidos de tal forma que un amigo puede sorprendernos en cualquier avenida sonriendo malévolamente frente a los escaparates, entre el gentío o en un autobús que no lleva a ninguna parte.
Hablo también del oficio de la libertad, oficio cuya maestría no se alcanza a pesar de los torpes ensayos ejecutados ilusoriamente pensando en las migraciones de las aves o en los juegos del corzo. Su dominio es el dominio imposible de los vientos alisios o de las rutas del desierto, pero basta con desearlo, dicen. (...)
Pilar Cibreiro, Última espesura, Las diosa blancas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario