lunes, 20 de febrero de 2012

leyendo a Bryson

También me enteré de la graciosa historia de la señora Lillian O'Donahue, que era operadora de teléfonos allí antes de que se inventaran los teléfonos automáticos. 
 En Carnarvon, carretera arriba, había una gran antena de satélite que la NASA utilizó hasta los años setenta para rastrear las naves espaciales cuando pasaban por el Océano Indico. 
 En 1964, durante una misión, se cortó la comunicación entre la antena de Carnarvon y una estación de rastreo cercana a Adelaida, y todos los mensajes tuvieron que pasar por la señora O'Donahue y su anticuado equipo. 
 La señora O'Donahue estuvo una larga y calurosa noche ante su centralita registrando cuidadosamente mensajes en clave de un puesto fronterizo y pasándolos a otro. 
Cada vez que la nave Geminis pasaba sobre los cielos meridionales, el destino de la misión - esto me encanta- quedaban en las devotas manos de una modesta ancianita sentada en un rincón polvoriento de una pequeña casita blanca de la costa oeste australiana. 
Ganó seis dólares por horas extras, me dijo Mike. Eso también me encantó. 

En la Antípodas, Bill Bryson.

(estoy en una fase Bryson total. me estoy leyendo todos sus libros traducidos (En las antípodas, Una breve historia de casi todo (para ser breve tiene 500 páginas), En casa, una breve historia de la vida privada, Shakespeare) y me encanta la mezcla de erudición, entusiamo, sentido del humor y conocimientos inútiles que proporciona. un gran descubrimiento, sí.)

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