sábado, 28 de noviembre de 2015

Canción del rinoceromte


Es hermosa la niebla en la mañana de Aluche
que no deja ver los edificios del centro ni la Sierra.

Es hermoso el ladrido de Jacob en el rellano
y son hermosas las antenas orientadas a rutinarios satélites
y es hermosa la tienda de modas pasadas de moda de la esquina
y es hermoso el gesto de brazos caídos de los árboles
y el modo en que mi amor arrastra las zapatillas por el pasillo.

Es hermosa la cuchara de madera para la miel
y el brillo turbio de la miel y su sabor dulce-amargo-dulce.

Es hermoso el olor a café recién hecho y a pan recién tostado
que se abre paso desde una cocina en al que nunca estuvimos
en casas de generaciones anteriores a la nuestra:
nuestros genes huelen a pan y café.

Es hermoso saberse aquí,
en el ínfimo instante de no estar en parte alguna,
moderadamente feliz y no desdichado, algo tan común.
Existente y no existente.
En el presente en lugar de en el no-presente
de las cosas que no volverán y las que no llegarán nunca.

Aunque estando aquí estoy también en esos no-presentes
que un día se bifurcaron dejando atrás hoyes posible
a cambio de este de hoy. Todo es cuestión
de un cambio de postura, estar aquí o allí,
incluso en los allíes que no existieron nunca.
Sentir cómo hubiera sido otro estar distinto de este mismo ser.
Y mientras tanto irme pero estar aquí, sin saber para quién.

Es hermosa la niebla de los lugares a los que nunca iremos,
donde somos quienes ya no seremos.
Es hermosa la señal que emiten y hace interferencias
con la emisión del presente,
dejándonos entrever a un tiempo
qué fuimos, qué no seremos, descodificar el ahora
como si no fuera más que una ecuación cuya única incógnita
es si el resultado es +(yo) o –(yo).

Es hermoso el sueño que tengo de otra vida paralela
en otra dimensión con otras leyes
y hermoso no saber, al despertar,
cuál es más real
ni cuál el basurero de la otra,
cuál la que la otra sostiene, la que me justifica.

Es hermoso el encorvado andar de los ancianos
y es hermoso el insoportable palique de las cotorras
en los árboles vecinos y es hermoso este instante
sólo por ser este instante que ya no es
y es a la vez cuanto fue y no fue,
cuanto será y cuanto ya no.
Es hermoso el libro sobre la mesa del salón
que cita el primer texto budista:
«Camina solo como un rinoceronte».
Es hermoso recoger los hilos que el día tiende
y con ellos componer, delicada y exhausta,
nuestra canción.

Es hermoso caminar solo entre la bruma
sabiéndome tantos a la vez.
Soy una conversación de inexistentes.
Soy lo que queda de una infinidad de futuros
que viven su truncada existencia dentro de mí.
Es hermoso haber elegido tantas veces:
soy un cruce de cruces de caminos.

Es hermosa la niebla en la mañana de Aluche
que sólo deja ver hacia adentro,
niebla en la que entrar es entrarse.

Como una multitud reconciliada,
camino solo entre la bruma
igual que un rinoceronte entre las ruinas
de un mundo suyo y no suyo.
Es hermosa la existencia.

La eterna cualquiercosa, Martín López-Vega.

2 comentarios:

Avellana dijo...

Qué gran poema, shichimi. Gracias. Yo viví en Aluche; igual por eso me flipa más. Últimamente de vez en cuando paso por allí, con la bici, y miro el escenario del pasado con algo de estupor. Jo, pero el poema es muy bueno en todo caso.

Anónimo dijo...

Gracias, gracias, gracias. Precioso.