domingo, 20 de julio de 2008

de Los treinta y tres momentos felices de Chin

Es un día caluroso de junio, cuando el sol pende quieto del cielo y no hay un hálito de viento o de aire, ni una traza de nubes; el patio y el jardín son como hornos, y ni un pájaro osa volar.
El sudor corre por todo mi cuerpo en arroyitos.
Ante mí está la comida del mediodía, pero no la puedo tomar, por el calor.
Pido una estera para estirarla en el suelo y tenderme, pero la estera está empapada de humedad y las moscas vuelan como en un enjambre y se me posan en la nariz y no quieren irse.
En este momento, cuando me siento tan completamente desventurado, hay un trueno repentino, y grandes masas de nubes negras tapan el cielo y se acercan majestuosamente como un gran ejército que marcha a la batalla.
Comienza a caer el agua de la lluvia como cataratas de los aleros.
Cesa el sudor.
Desaparece la pegajosidad del suelo.
Todas la moscas se marchan para esconderse, y puedo comer mi arroz.

¡Ah! ¿No es esto felicidad?

Chin Shengt'an

3 comentarios:

Elena Netalga dijo...

Si no fuera por los gurriatos (y por otras circunstancias más enojosas y menos tiernas) nos iríamos sin duda en busca de los ejércitos de negras nubes norteñas.
O al invierno austral, que es donde se debe estar en Junio y Agosto, jopeta.
Jopeta.

P.D.T. (leáse pedete): Pascualito, Rufi y el resto de los animales te saludan.
:-)

Elena Netalga dijo...

(¿No es P.D.T. la abreviatura de postdata? Igual me he equivocado...)
:-0

Unknown dijo...

Me parece que este tal Chin era un tipo capaz de ser feliz con cualquier cosa. Y ¿no es acaso eso la verdadera felicidad?

feiz verano de calores y tormentas