En el mercado de frutas y verduras de los sábados hay una zona donde se ponen los que llevan mercancías mínimas para vender: dos conejos, tres gallos, huevos, dos palomas en una jaula...
Casi todos son gente mayor que espera de pie, con infinita paciencia, la llegada de los compradores.
Entre ellos había una mujer muy mayor, con abrigo y chal, que vendía huevos.
Solo una cesta de mimbre, el asa reparada con alambre, que contenía una docena de huevos. De la paja que los protegía había sacado un puñado que, extendido sobre el suelo que pisaba, parecía que la aislaba del frío.
Una docena de huevos, un puñado de paja y mucho frío.
1 comentario:
Me encantaría saber que hubiera pensado Alvaro de Campos si hubiera visto esta imagen el mismo día que viajaba en el Crevrolet. A mí se ma han puesto los ojos vidriosos.
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