caminamos bajo la lluvia, de menhir en menhir.
estaban separados cientos de metros, a lo largo de las colinas, entre campos de cultivo, pastos y vacas.
me recosté sobre ellos, los toqué, observé los innumerables líquenes que crecían, solamente, sobre una de sus caras.
luego bajó la niebla y regresamos.
pensé que, en otra vida, me hubiera gustado tener ese oficio,
el oficio de levantar menhires.
1 comentario:
:-)
(Te puedo imaginar a la perfección, llevando un pedrolo de esos sobre el hombro...)
Un beso megalítico.
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