hubiera preferido no quedarme con nada.
pero no era posible.
alguien debía quedarse con su equipo de música, o la lámpara de su habitación,
con los tarros de especias que ahora están en una caja que huele como el armario de su cocina,
con sus tazas, sus cuencos,
con el té que no pudo beberse,
con los objetos que usaba y amaba.
he cogido pocos libros, algunos que le regalé, otros suyos, el Opus Nigrum de Yourcenar, que tanto me gustó en su momento y probablemente no volveré a leer, dos de Carson Maccullers, uno sobre Joseph Beyus, uno de fotos de Juan Rulfo, su guía de pájaros, la de flores silvestres de Asturias lleno de sus notas de colores...
no he querido mirar más.
cuando morimos nuestras posesiones deberían desintegrarse.
o deberíamos hacer una gran pira funeraria que lo quemara todo.
pero no.
desolación.
6 comentarios:
Cierto, muy cierto. Ese texto es sentimiento puro. Un abrazo y gracias por presentarte en mi blog.
ay.
Una gran hoguera que lo convirtiera todo en humo.
Un abrazo fuerte.
Me dejas con las palabras arrugadas, sin aliento. Solo puedo decirte que he prendido una hoguerita en tu nombre. Y que todo renace entre las llamas. Hasta esos pedazos de vida que ahora se clavan en tu alma. Abrazos inmensos al calor del hogar
¿Por qué quemarlo todo? Yo creo que es bonito quedarse con algo (aunque nada consuele). Es triste y bonito a la vez. Los libros que van y vuelven, algunas de sus cosas seguro que también son parte de tu vida.
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