Se despertó en mitad de la noche con la vejiga a punto de estallar.
Consiguió salir de la cama y ponerse las zapatillas, después de rectificar un pie izquierdo en una zapatilla derecha. Vivía en esa casa desde hacía seis años, así que cuando abrió la puerta y no encontró el interruptor de la luz, se desconcertó.
Tanteó a su izquierda y creyó tocar la puerta. Agitó el brazo derecho pero no conseguía encontrar la pared. Aún dormida intentó volver a la primera referencia y entonces perdió pie.
Le dio tiempo a oírse gritar antes de caer al descansillo, golpearse la cabeza y mearse encima.
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Se levantó casi inmediatamente, tanteando, ahora si, las paredes y encontró el interruptor del piso de abajo.
Llegó hasta el baño, se secó como pudo e inició la vuelta al segundo piso con un inicio de sudor frío y una nausea acechante en la boca del estómago. La meada la dejó donde estaba, incapaz de recogerla.
A punto de vomitar, se metió en la cama, preguntándose si sería capaz de no desmayarse y sintiendo punzadas en todos los sitios donde se había golpeado. Una mano le ardía, el codo derecho no podía moverlo y la cabeza mejor no pensar en ella.
Que forma más tonta de no haberse matado, reflexiono con una pizca de lucidez, alegre de no yacer desnuda, sangrante y meada en mitad del descansillo. Y feliz de no provocar una conmoción a familiares y amigos con una muerte tan absurda e inexplicable para quien no haya leído todo lo anterior.
3 comentarios:
Me encanta como escribes y lo que escribes. Un saludo.
Gracias, Carmen Griss. Un honor para mi, y espero que no suene a peloteo pero tu blog también me gusta.
Suena a peloteo, pero me mola igualmente :D
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