El año pasado, por estas fechas, le llevé moras cuando bajé a verla.
400 km con un puñado de moras en el bolsillo para que pudiera comerlas, ella ya no podía ir a buscarlas.
No le gustaba vivir en la ciudad, donde no se pueden ver las estrellas, ni la luna, ni hay bosques y las tormentas no tienen ni la mitad de gracia.
Le hubiera gustado vivir en el campo y tener muchos gatos, y desayunar al sol y ver atardecer sobre el horizonte.
Y no ha podido ver los árboles rojos de este otoño que empieza.
Para Pepa, mi madre, in memoriam.
Que la tierra le sea leve.
Y enciendo una lamparilla de aceite, como ella hacía los 1 de noviembre.
2 comentarios:
pero ella se habrá ido con el recuerdo de tu puñado de moras en el bolsillo: eso vale por millones de árboles rojos, y millones de gatos, y...
(un abrazo enorme. a mi mami le encantaban las moras también.)
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