Conforme avanzaba el otoño, los ojos de las bestias, que recordaban las profundas aguas de un lago, iban tiñéndose paulatinamente del color de la tristeza. También las hojas de los árboles cambiaban de color y la hierba empezaba a secarse: todo les anunciaba que se aproximaba la larga y dura estación del hambre. Y, tal como me había predicho el anciano, la estación prometía ser larga y dura también para mí.
El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, Haruki Murakami.
3 comentarios:
Muy apropiado...
Me he quedado con los ojos de las bestias y ese estertor de ocres clavado en el ánimo...
Esto es el otoño, supongo
Abrazos con hojas secas
estamos en ello, de pleno. o no?
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